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Escalofrío

Las nubes se conjugan en colores grises, anuncian tormenta e inundan la ciudad con olor a humedad. La realidad loca firma factura de las mentiras causadas por la cruel tempestad, el eclipse de ideas se alimenta de miedos y tinieblas. 

El frío inoportuno estremece la piel y la oscuridad se mezcla con lo que existe pero que no se ve. 

Hay ruidos tras la escalera, una sombra en la madera, gritos agudos que taladran los dientes de las bocas enmudecidas. Los labios se amarran al silencio ensordecedor que se antepone a la aurora. 

Un idioma ajeno espía nuestras palabras y ensucia la pantomima del arte corporal, al mismo tiempo que se imaginan situaciones turbulentas que acentúan la ansiedad. 

Al final, las velas se apagan con el viento, las miradas invisibles se esfuman, el vaso de agua se consume, las trompetas celestiales suenan en el claro del alba y se disipa todo, y todo vuelve a ser como antes fue. Una vez más.

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Media hora

Cuento publicado en la revista literaria Gargantúa de la Universidad del Claustro de Sor Juana.  Descargar pdf, aquí.   Enlace para ver la revista completa: https://www.academia.edu/33988355/Revista_literaria_Gargant%C3%BAa_ Portada: 

Ella fue...

A la efímera vida la muerte cobra venganza por la crueldad de la tierra, se lleva almas sumisas, se lleva vidas enteras. Mala suerte en general: el vacío que genera, el amargo llanto de la realidad sin opción a cambios. Un sumando para la soledad. Nostalgia absoluta sobre un pasado que tan vivo presente fue, animación final, sonrisas de plomo que caen al profundo océano de lágrimas. Se llamaba Mina por el personaje de Drácula. Nariz oscura y orejas prolongadas, en la escala tonal del dorado, la nobleza corriendo, las sonrisas mordiendo, las piedras del camino comiendo, la complicidad en su mirada, sus palabras mudas. Porte de cazadora, elegancia natural y compañera habitual. Se ha ido víctima de la incomprensión de las sombras, de la envidia por una vida sencilla y sin complejos, ya no habrá quien me robe galletas con sonrisas. Ya nadie correrá hacia mí cuando llegue a casa en esas horas malditas de la madrugada. Ya no habrá suspiros sabios de aquel ser que descansaba