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Confieso que...

Qué bien sería ser como Ricardo Neftali Reyes.

Viajar con el vaivén del mundo con la inspiración a flor de piel, dejarse llevar por el amor y renacer con la humanidad.

Llevar siempre al país que te vio nacer en el corazón, coleccionar caracoles de diversas aguas que al mundo bañan, tener versos bajo la capa.

De mascota quizá un cordero o una marmota.

Qué bien sería darse cuenta del verdadero poder de las palabras, la buena palabra, que todo y que nada.

Qué bien sería ser un omnívoro de sentimientos, un poeta íntegro, amar al amor.

A los lectores lejanos anhelar.

Dejarse perder entre desconocidos para que de pronto recojan lo nuestro de la calle, de las hojas muertas, de la arena del mar.

Qué bien sería tener una vida hecha de todas las vidas, qué bien sería ser como un tal Pablo Neruda.

Comentarios

Anónimo dijo…
Pablo Neruda, Neftalí, un gran corazón que tradujo cortamente sus palabras. Seguramente sus sentimientos eran más grandes de lo que podemos expresar, así como los tuyos o los míos.
Nadia Alejandra dijo…
Me quedo con esto:

"Qué bien sería darse cuenta del verdadero poder de las palabras..."

Yo creo que hay pocas cosas que subestimemos más que las palabras.

Me encantó este post.

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Media hora

Cuento publicado en la revista literaria Gargantúa de la Universidad del Claustro de Sor Juana.  Descargar pdf, aquí.   Enlace para ver la revista completa: https://www.academia.edu/33988355/Revista_literaria_Gargant%C3%BAa_ Portada: 

Ella fue...

A la efímera vida la muerte cobra venganza por la crueldad de la tierra, se lleva almas sumisas, se lleva vidas enteras. Mala suerte en general: el vacío que genera, el amargo llanto de la realidad sin opción a cambios. Un sumando para la soledad. Nostalgia absoluta sobre un pasado que tan vivo presente fue, animación final, sonrisas de plomo que caen al profundo océano de lágrimas. Se llamaba Mina por el personaje de Drácula. Nariz oscura y orejas prolongadas, en la escala tonal del dorado, la nobleza corriendo, las sonrisas mordiendo, las piedras del camino comiendo, la complicidad en su mirada, sus palabras mudas. Porte de cazadora, elegancia natural y compañera habitual. Se ha ido víctima de la incomprensión de las sombras, de la envidia por una vida sencilla y sin complejos, ya no habrá quien me robe galletas con sonrisas. Ya nadie correrá hacia mí cuando llegue a casa en esas horas malditas de la madrugada. Ya no habrá suspiros sabios de aquel ser que descansaba