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De luz

El círculo de fuego se conjuga con los últimos rayos que el sol deja asomar. Los grillos gimen en las sombras del pasto y el viento tibio recorre de sur a norte. Son remolinos inciertos, sangre helada que cae en cada gota de lluvia. 

Los de arriba, los de abajo y los de en medio transitamos juntos, unos más vivos que otros, unos más sabios que otros, pero todos juntos, entre lo físico y lo etéreo. No hay idiomas para comunicarse, solo percepciones, sólo oscuridad y luz. 


Tanta luz que ciega.

Comentarios

M.A. dijo…
Me gustó mucho esta entrada.
Anónimo dijo…
Isidro!!! Traté de buscarte en el caralibro para contarte de lo d emi blog, pero creo lo dejaste. Pues sigo escribiendo, sabes que cuando se es de ahí no se deja =) La cosa es que ya te avisaré el nuevo Blog o el luegra dónde me puedas visitar, eso si, no dejo de escribir! Los ciclos se cierran y eso pasó esta vez.

Un beso caballero, seguimos en contacto cierto?, con blog o sin blog, yo me sigo pasando a leerte.
Torcuato dijo…
Las percepciones son más ciertas que las lenguas.
Un abrazo, Isidro.
TeReSa dijo…
Somos energía.

Saludos!

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Media hora

Cuento publicado en la revista literaria Gargantúa de la Universidad del Claustro de Sor Juana.  Descargar pdf, aquí.   Enlace para ver la revista completa: https://www.academia.edu/33988355/Revista_literaria_Gargant%C3%BAa_ Portada: 

Ella fue...

A la efímera vida la muerte cobra venganza por la crueldad de la tierra, se lleva almas sumisas, se lleva vidas enteras. Mala suerte en general: el vacío que genera, el amargo llanto de la realidad sin opción a cambios. Un sumando para la soledad. Nostalgia absoluta sobre un pasado que tan vivo presente fue, animación final, sonrisas de plomo que caen al profundo océano de lágrimas. Se llamaba Mina por el personaje de Drácula. Nariz oscura y orejas prolongadas, en la escala tonal del dorado, la nobleza corriendo, las sonrisas mordiendo, las piedras del camino comiendo, la complicidad en su mirada, sus palabras mudas. Porte de cazadora, elegancia natural y compañera habitual. Se ha ido víctima de la incomprensión de las sombras, de la envidia por una vida sencilla y sin complejos, ya no habrá quien me robe galletas con sonrisas. Ya nadie correrá hacia mí cuando llegue a casa en esas horas malditas de la madrugada. Ya no habrá suspiros sabios de aquel ser que descansaba