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Mostrando las entradas de 2012

Blancura

La única blancura que no soporto es la de aquellas hojas en las que no puedo escribir.

Muertos

La luz de las veladoras eriza la piel, una sábana de silencio cubre nuestros cuerpos. Un susurro desde el olvido  nos recuerda que somos temporales. 

Tiempo muerto

Apenas Ramón se había encontrado consigo mismo veinte años después, la máquina del tiempo se sobrecalentó dejándolo atrapado dos décadas posteriores a su existencia temporal real.  Por suerte el Ramón mayor, que cada vez estaba más difuso, ya había pasado por esa situación y entre los dos con relativa facilidad repararon justo a tiempo la máquina para que cada Ramón mantuviera su vida en su temporal correspondiente y así conservar ambos su existencia.

De luz

El círculo de fuego se conjuga con los últimos rayos que el sol deja asomar. Los grillos gimen en las sombras del pasto y el viento tibio recorre de sur a norte. Son remolinos inciertos, sangre helada que cae en cada gota de lluvia.  Los de arriba, los de abajo y los de en medio transitamos juntos, unos más vivos que otros, unos más sabios que otros, pero todos juntos, entre lo físico y lo etéreo. No hay idiomas para comunicarse, solo percepciones, sólo oscuridad y luz.  Tanta luz que ciega.

Somos

Somos aquellos que visitamos en tranvía al olvido, los que escribimos nostalgias, los que acentuamos las melancolÍas.  Las sombras nos gustan, nos perdemos en la luz, acariciamos las palabras con las miradas diáfanas hacia el mar.  Vamos a la deriva, al capricho de los latidos del viento, no nos importa a dónde lleguemos si encontramos lo que buscamos.  Nos reconocemos por los puntos suspensivos del corazón y la mente . . . Nos miramos en un pasillo del metro y seguimos de largo, cómplices de la fatiga de la rutina, hartos del plástico y de los vacíos que crecen en las ciudades. Fastidiados de la infertilidad del asfalto para los versos sin dueño. Pretendemos volar con algunas frases, viajar junto con la brisa y ser respirables para buscar algún suspiro. Caminamos física y geográficamente aislados, pero en las soledades nos cruzamos y sabemos que estamos uno del otro tan solo tras la ventana, de esa inmensa ventana vitral empañando los vidrios con la lejanía de ca

Interno.

No hay certeza total, vivimos en una posibilidad de las tantas que podrían ser.  No hay nada que impida que nuestra realidad se derrumbe.  A lo único que podemos aferrarnos es a la existencia de nosotros mismos, como entes, como presencias en cierto espacio y en cierto tiempo; razón por la cual hace que pierda sentido enfocarse más de la cuenta en aquello de lo que no tenemos certidumbre.  Purifiquemos nuestros interiores, nuestro propio ser. Recordemos el antes del ser y el resto poco a poco se desvanecerá, se moldeará según nuestro capricho, tomará la posibilidad elegida por nosotros.  Veamos más hacia adentro y menos hacia afuera, ambos sitios son igual de inmensos, pero uno de ellos está más cerca que el otro.